China tolerancia cero al arroz GM

 

 

La difícil transformación económica que vive China abre nuevas oportunidades para los países de la región. El sector agroalimentario se configura como uno de los más prometedores.

 

China está inmersa en una profunda y difícil transformación socioeconómica que ya está produciendo cambios relevantes en sus relaciones comerciales con América Latina. El comercio entre ambos gigantes ha experimentado una expansión sin precedentes en los últimos quince años: se ha multiplicado 22 veces desde 2.000. La base de las exportaciones latinoamericanas hacia China se ha sustentado, casi exclusivamente, en las materias primas (han supuesto el 73% de las exportaciones totales).

Sin embargo, la denominada nueva normalidad china ha puesto patas arriba esa relación; el país asiático está en plena transición hacia un modelo económico más basado en el consumo interno y en las industrias del conocimiento y la tecnología y su demanda de materias primas ha disminuido en paralelo a la desaceleración de su crecimiento.

Ello está suponiendo un duro varapalo para las economías latinoamericanas dependientes de las exportaciones de commodities. De cara a 2030 las exportaciones latinoamericanas hacia China de metales y energía habrán caído del 16% al 4%, y las de productos alimenticios del 12% al 3%, según las proyecciones elaboradas por la OCDE, Cepal y CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) en un reciente informe titulado Perspectivas Económicas de América Latina 2016.

Eso no quiere decir, no obstante, que América Latina no pueda aprovechar las ventajas que ofrece la nueva China, aunque para ello deberá adaptar su modelo productivo, según advierte el informe. Esa tarea de adaptación pasa por dos tareas clave: la primera, profundizar en la integración comercial de la región; es decir, reforzar el mercado interior.

La segunda, diversificar la economía; no se trata de dejar de lado la producción de materias primas, sino de invertir más en educación e innovación para sacar partido de los nuevos gustos y necesidades de la clase media china, cuyo consumo se ha ido enfocando cada vez más hacia los servicios de calidad, el turismo y los productos agroalimentarios.

El sector de la alimentación es, precisamente, uno de los que América Latina está en disposición de impulsar en ese proceso de adaptación que debe acometer. Con sólo el 7% de la tierra cultivable y el 6% de los recursos de agua globales, China debe alimentar al 19% de la población mundial. En 2004, el país se convirtió en importador neto de alimentos y, desde entonces, registra un déficit comercial creciente en el sector agrícola.

 

 

 

Cambio de dieta

La nueva y pujante clase media urbana del país asiático está ya modificando su estilo de vida y sus preferencias alimentarias, más parecidas a las occidentales: se consume más carne, más alimentos procesados y más precocinados. También se han elevado las exigencias de calidad y seguridad alimentaria. “Con sus enormes recursos naturales y de agua, América Latina dispone de una ventaja comparativa para convertirse en uno de los principales proveedores de alimentos nutritivos, seguros y de alta calidad a China”, asegura el informe.

Guatemala y Brasil son los países con mejores perspectivas en este ámbito. La caña de azúcar se erige como producto estrella para satisfacer las ansias de dulce de las nuevas generaciones chinas. En Brasil, este producto representa el 7% de las exportaciones totales y, en Guatemala, el 13%.

En cuanto a la carne de vacuno, Paraguay y Uruguay son los países mejor posicionados: se prevé que, en el periodo que transcurrirá desde 2014 hasta 2024, sus exportaciones crecerán a un ritmo medio del 11,5% anual.

 

 

FUENTE: expansion.com