AGRICULTURA

PIMIENTOS Y TOMATES EN LAS ALTURAS DE NUEVA YORK

Un edificio de Brooklyn acoge el mayor huerto urbano de Nueva York. Tomates, lechugas y pimientos crecen a la sombra de su ‘skyline’

 
 
 
Vista de la azotea del edificio de Brooklyn donde se extiende el huerto urbano. :: Brooklyn Grange /brooklyngrangefarm.com

Vista de la azotea del edificio de Brooklyn donde se extiende el huerto urbano. :: Brooklyn Grange /brooklyngrangefarm.com

 

Pimientos, tomates, lechugas, berenjenas, huevos, miel… el huerto más alto de Nueva York es Brooklyn Grange, una espectacular granja montada sobre el tejado de los astilleros de la ciudad, que datan del siglo XIX y fueron rehabilitados en los años 70 como parque empresarial.

Para sumergirse en el vergel de este gigantesco huerto urbano (el mayor de Nueva York) hay que subir once plantas en ascensor. Cuando uno empuja la puerta de acceso al tejado se olvida de todo. La vista de Manhattan, enmarcada entre destellos amarillos de girasoles y 7.000 metros cuadrados de cultivos, resulta espectacular. Todo el mundo en la granja parece tan ocupado como las abejas de Brooklyn Grange, capaces de producir hasta 20 kilos de miel al mes.

Unos aprenden cómo plantar y recoger la cosecha, otros enseñan el proceso de elaboración natural del néctar o a distinguir las abejas obreras de los zánganos. En este espacio verde -y en otro algo más pequeño que se levanta en Queens-, los granjeros de Brooklyn Grange producen 42 toneladas de verduras orgánicas y otros productos, que venden en mercados al aire libre, a restaurantes de la zona como la famosa pizzería Roberta’s, o a clientes directos. Tras la visita, es difícil resistirse a no echar en el cesto unos tomates recién cortados, una lechuga fresca o la salsa picante que fabrican.

La primera de las dos huerta sobre el tejado de esta compañía se construyó en Queens en 2010. Según explican los fundadores, les llevó ‘levantarla’ seis días, tiempo en el que subieron 1.360 kilos de tierra hasta la séptima planta. Empezaron con semillas de tomate y acelgas y con el tiempo fue tomando forma. Ahora cultivan hasta 40 variedades de tomates, lechugas, pimientos y zanahorias. También tienen gallinas ponedoras y abejas (para proteger la especie). El objetivo era crear «un modelo sostenible de agricultura urbana y producir verduras saludables y sabrosas para nuestra comunidad».

El cabeza de familia en Brooklyn Grange es Ben Flanner, que el año pasado explicaba en Barcelona cómo habían levantado los tejados verdes. Este ingeniero industrial por la Universidad de Wisconsin, de 33 años y experiencia en marketing, decidió hace seis años dar un giro a su vida para cultivar hortalizas. Y para ello apuntó muy alto para sacarse de la manga nuevos espacios verdes en Nueva York, un bien escaso en una ciudad dominada por el asfalto, los rascacielos de oficinas y los colosales bloques de apartamentos.

La Gran Manzana, un nombre que encaja como un guante en esta filosofía verde, es la tercera ciudad de Estados Unidos con más superficie aérea cultivada -cerca de 37.000 metros cuadrados-. Por delante se sitúan Washington y Chicago.

En estas fincas entre las nubes la actividad es intensa de mayo a octubre -con la llegada en noviembre del frío y las primeras nevadas se dedican a los cereales de invierno- no solo por los cultivos, sino por la oferta para disfrutar de las vistas y los talleres de educación agrícola dirigidos a los urbanitas, que aprenden así a dar sus primeros pasos como granjeros. Además, han puesto en marcha un programa destinado a inmigrantes y refugiados, en el que se produce un curioso intercambio de técnicas y conocimientos agrarios. Con ello pretenden echar un cable a una población de la que no se suelen preocupar los políticos.

Y si la siembra y recolección de verduras, legumbres y frutas ocupa buena parte del día, cuando el atardecer se asoma entre el ‘skyline’ de Manhattan, la granja se transforma y sirve de escenario para cenas románticas, bodas, o degustaciones gastronómicas. Hoy carne, mañana pescado… pero siempre con mucho verde alrededor. Todos los productos son orgánicos; nada de fertilizantes químicos o sintéticos, ni insecticidas ni herbicidas. Eso sí, no están certificados por la Agencia de Alimentos de Estados Unidos (FDA) «ni planeamos solicitar la certificación», advierten.

Para terminar el paseo ‘por las nubes’, nada mejor que degustar una cucharada de miel ‘casera’ extraída directamente de las colmenas. O comprar unos tomates que, parece mentira en una ciudad con una contaminación atmosférica elevada y un tráfico infernal de tubos de escape, huelen y saben a tomate, de verdad.

Comida fresca

Sostenible. Los agricultores que forman la familia de Brooklyn Grange creen que Nueva York puede ser más sostenible y que su aire puede ser más limpio. Abogan por reconvertir algunos vertederos de comida para generar compost para las plantas y los cultivos, y defienden que la comida sea fresca «de verdad».

Financiación. Brooklyn Grange es una compañía privada que dispone de fondos propios conseguidos mediante aportaciones, socios, eventos para recaudar capital, préstamos y subvenciones. Sus cuentas están equilibradas. El crecimiento es continuo.

FUENTE: laverdad.es

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